José Antonio Morante, conocido artísticamente como Morante de la Puebla es un torero.
Nacido en La Puebla del Río, municipio de la provincia de Sevilla, Andalucía, España.
Me resulta muy atractivo el personaje por sus dotes artísticas que lo hacen un gran torero, pero además, porque se sobrepone a severos trastornos psicológicos que lo colocan en una permanente inferioridad de condiciones para salir a la arena de la Plaza a expresar su pasión y coraje español. Así y todo sale al ruedo a fuerza de arte y mucho coraje.
Hay días en que no tiene energía para articular palabras ni levantarse de la cama y hasta piensa en la muerte como un alivio, pero logra reponerse y producir faenas hipnóticas donde parece ser, junto al toro, una sola voluntad y destino.
En Youtube se pueden ver faenas memorables, tanto en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, como en otras Plazas donde ha entregado todo junto al toro para el deleite de la afición taurina.
Cuando fui a España y recorrí las plazas, pude confirmar mi condición de portador en sangre de la herencia genética hispana. ¿Quién no se emociona ante un pasodoble y un coro de Ole Ole? Imposible no persignarse al entrar al cuartito de oración de los toreros.
La ola progre woke munida de todas su armas mediáticas al servicio de la agenda despiadada, está empeñada en cortar las tradiciones con el objetivo de desarraigarnos.
Lamentablemente, lo está logrando. Barcelona, principal reducto progre español por ejemplo, ha transformado su Plaza de toros en un shopping centro comercial y desde su propio resentimiento separatista y anti hispano exportan la agenda hacia América.
Esta anticultura impacta en nosotros, y como allá han declarado conducta salvaje a las corridas de toros, acá nos acosan con las jineteadas, las carreras cuadreras, la doma para trabajo y las diferentes disciplinas deportivas, etc etc.
Al hombre de campo se lo acosa en todas sus actividades y costumbres tradicionales, desde cómo trata a su perro o su caballo, hasta si caza a un puma que le hace estragos en la majada o le mata terneros para enseñar a cazar a sus crías.
Un ganadero español me contó la vida de reyes que pasa un toro de lidia en la cabaña hasta que llega a la Plaza. Su vida es tres veces más larga que la de un novillo que es criado y engordado para consumo. Sin embargo, ¡que mueran los salvajes e impiadosos toreros!… a manos de la cultura woke.
En nuestro país ya no se hacen yerras a campo abierto ni a corral, ya nadie tira el lazo porque atenta contra el bienestar animal. Prohíben los festivales de doma y folclore y están matando al turf. Los argumentos son siempre los mismos.
Los que están primeros en la fila para prohibir las tradiciones ancestrales son los que después impulsan el aborto y la eutanasia para matar bebes, enfermos, deprimidos y ancianos a mansalva, arrojan bombas atómicas y hacen guerras sin conciencia.
Se fijan en las espuelas, el rebenque y el facón del gaucho, pero no reparan en un bebe descuartizado y arrojado a un tacho en un abortorio, dicen que eso es un “derecho”.
Me la agarré con Barcelona porque es el ombligo progre de nuestra madre patria, donde van muchos señoritos que no tienen agallas para ponerle el hombro a la Argentina.
Barcelona es el ejemplo de todas las guerras que pierde la cultura de occidente mientras duerme la mona, embriagada por su propia cobardía, idiotez y mariconería.
“Si quieres torear bien, olvida que tienes cuerpo y torea con el alma como se ama y se sueña, como se baila y se canta”
Esta es una máxima torera que me gusta mucho y que, si se reemplaza la palabra “torear” por cualquier otra, sirve para todas las actividades humanas.