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Te escribo con el corazón en mil pedazos y la garganta apretada por la rabia.
Fuiste mucho más que un perro de la calle; eras el alma de nuestro centro. Durante años, fuiste un rostro familiar, un saludo silencioso en cada esquina. Con tu paso tranquilo y tu alegría contagiosa, demostraste a todos que se puede vivir con dignidad y sin molestar a nadie. Eras la prueba viva de que un perro comunitario, sano y feliz, era parte esencial de nuestra ciudad.
Recuerdo tu mirada noble, esa cola que se movía con generosidad para cualquiera que te diera un cariño o una palabra amable. Nunca fuiste un problema; fuiste un regalo.
Y entonces llegó esa fatídica ordenanza y el programa «Pehuellitas». Con la excusa de «ayudar», te arrebataron tu libertad, tu salud y, finalmente, tu vida. Te llevaron de un entorno donde eras amado y cuidado por toda una comunidad, a un lugar que estaba, y sigue estando, en condiciones deplorables.
Me duele hasta el alma saber que en cuestión de días, tu fortaleza se quebró. Te enfermaste de moquillo, esa cruel enfermedad, dentro de un «refugio» que no pudo garantizar ni la higiene ni el cuidado mínimo.
Tu adopción, que debió ser tu salvación, se convirtió en una despedida, porque el daño ya estaba hecho. Lobito, no moriste por ser un perro callejero, moriste por la negligencia, la irresponsabilidad y la falta de empatía de quienes se escudan en un programa mal implementado.
Quiero que sepas que voy a recordar siempre esa alegría tuya que se negaba a apagarse. Prometo que tu historia, la de ese perro hermoso y libre que fue atrapado y enfermado, será contada. Tu muerte no puede ser en vano; es un grito de alerta para que ese programa cambie radicalmente y para que ninguna otra alma noble caiga víctima de la desidia.
Corre libre ahora, Lobito. Volvé a caminar por el centro, pero ahora en ese lugar donde solo hay sol, juegos y la eterna caricia de quienes te amamos.
Gracias por cada día, por cada mirada y por ser el mejor perro que la ciudad conoció.
Te llevamos en el alma.
Con inmenso dolor y una promesa de justicia,

