Las comparaciones son injustas, pero revelan nuestro potencial desperdiciado

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Las comparaciones suelen ser injustas, sobre todo cuando las asimetrías hacen tanta interferencia. ¿Por qué en determinados lugares ciertas cosas son posibles y acá todavía no hemos podido conseguirlas?

A la hora de comparar deberíamos incorporar en la ecuación el panorama completo, para ser precisos y justos.

Hace unos días, un economista argentino enumeraba muchas de esas asimetrías que lo explican todo. Porque es difícil imaginar a un productor de quesos holandés trabajando mientras pelea con gremialistas de su sector que le bloquean la empresa y ponen en peligro su continuidad.

También resulta imposible pensar en un transportista japonés esquivando pozos en la ruta 33, o en un emprendedor alemán perdiendo tiempo en burocracia de papeles, papelitos y papelones, pagando tasas y tasitas, como si cruzar una frontera en Europa fuera lo mismo que lidiar con trámites interminables en Argentina.

Menos aún se puede concebir a un productor norteamericano trabajando sin crédito, y mucho menos con retenciones. Ni hablar de pagar fortunas por la falta de caminos que permitan sacar la producción, o por no contar con canales que drenen el exceso de agua en tiempos de lluvia. Tampoco imaginamos a un comerciante o dueño de Pyme chino enfrentando la industria de los juicios laborales.

Si hacemos el ejercicio de trasladar todos esos costos —que en Argentina parecen naturalizados— al resto del mundo, lo más probable es que la economía global colapsara de inmediato.

Pero también vale la pena imaginarlo al revés: ¿qué pasaría si a los productores, comerciantes, emprendedores e industriales argentinos les sacáramos esos costos extra? Con toda certeza, la economía argentina daría un salto que ni siquiera hoy alcanzamos a dimensionar.

Y no sólo debemos analizar comparaciones con otros países, sino también en el tratamiento fiscal e impositivo que distintos sectores reciben del gobierno nacional con sus políticas hacia adentro. Vayamos al ejemplo del agro y la minería.

El agro paga retenciones que llegan al 26%, genera millones de empleos y repone nutrientes a su costo para poder seguir produciendo. La minería en cambio paga regalías del 3% al 5% en boca de mina, obviamente no repone el recurso que extrae y deja poco empleo. ¿Podemos hablar de equidad fiscal?.

Para dimensionar los sectores: el agro entre empleo directo e indirecto genera 4,1 millones de puestos de trabajo. La minería apenas llega a los 40.000.

Las asimetrías entre sectores dentro de nuestro país suenan mucho más injustas y dolorosas. Y volviendo al ejercicio de imaginación: ¿hasta donde llegaría el agro si se le sacara ese enorme freno de mano con el que apenas subsiste?.

Las comparaciones suelen ser injustas. Sin embargo, si ampliamos el marco y observamos el panorama completo, podremos entender no solo muchos de los “por qué”, sino sobre todo el enorme potencial económico y productivo que hace décadas venimos despilfarrando como país.

Fuente : CampoInfo

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