La hipocresía del discurso correcto

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Los discursos prefabricados devalúan las palabras en cada frase. O al menos llevan una carga tan grande de hipocresía que a esta altura se vuelve insoportable.

Quienes se niegan siquiera a debatir una reforma laboral, y adornan sus discursos con hermosas palabras, desconocen que en las últimas décadas se ha producido una reforma laboral de hecho en cada negocio, cada fábrica, y cada producción. Y se ha hecho mal, a las apuradas, precariamente. Esa reforma se llama «trabajo en negro» y sigue esperando a que muchos políticos abandonen sus coloridos discursos y se sienten a trabajar.

Quienes no toleran que se hable de una reforma tributaria, meten la cabeza en un pozo como un avestruz y desconocen que hay una reforma tributaria de facto que la mayoría de los argentinos ya hizo, que tiene muchos años y que se profundiza cada día que pasa sin que esos políticos se ocupen. Se llama «evasión fiscal».

Y podemos seguir hablando de un sistema jubilatorio que sigue prometiendo proporcionalidad a lo aportado y en los hechos se ha convertido en una pensión a la tercera edad que nivela a todos cada vez más para abajo.

O de la industria de los juicios laborales que ya ha creado otra industria paralela para esquivarlos en medio de la ley de la selva que es la que sigue imperando.

El discurso solo será correcto cuando esté alineado con la realidad de la que habla. Es algo básico, simple, pero casi inexistente. Porque podemos seguir fingiendo demencia, pero lejos de alejar los problemas será una actitud que los va a profundizar y multiplicar.

Alguien dijo que los políticos y funcionarios, deberían primero haber sido comerciantes, productores, emprendedores, autónomos, monotributistas, para vivir en carne propia las medidas que se toman desde la comodidad de un escritorio y con un abultado sueldo depositado religiosamente a principios de mes.

Políticos que en campaña proponen, pero después a la hora de la verdad nunca disponen. Muchas iniciativas y pocas terminativas.

Volvamos a las palabras con el peso de describir una realidad aunque nos duela, y aunque eso convierta nuestro discurso en uno no tan correcto. Siempre y en todo momento la hipocresía será mil veces más peligrosa que la incorrección.

Fuente: CampoInfo

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