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«Faltan inversiones»…repiten siempre los funcionarios económicos. «Faltan inversiones»…también dicen los analistas económicos. Todos coinciden en la necesidad de generar un clima que las atraiga. Pero del dicho al hecho…
Basta analizar un sector para entender la falta de incentivos de décadas para generar ese mínimo clima inversor buscado: el sector agropecuario.
El sector productivo es de los pocos generadores genuinos de riqueza en nuestro país, sin embargo se lo ha venido tratando sólo como un sector jugoso donde el Estado puede instalar su exprimidora cada vez más grande.
Sin producción no hay empleo sostenible, y sin empleo formal no hay consumo, ni recaudación. Pero en esto ha habido una coincidencia de los gobiernos más allá de su color político: «no la ven».
La inestabilidad macroeconómica destruye la planificación, y ningún productor invierte a largo plazo cuando no sabe el tipo de cambio, los impuestos o las reglas del juego del año siguiente. Y en eso los productores argentinos han hecho un máster y manejan muchos más conceptos que sus colegas de cualquier país. Además de ciclos, semillas y tecnología agropecuaria, han aprendido a la fuerza de materias como la impositiva, dólar, mercado financiero, y otros vaivenes permanentes.
La presión impositiva no solo es altísima, sino que es sobre muy pocos, castigando al que produce y formaliza mientras amplios sectores quedan fuera del sistema.
El Estado ha sido más un socio imprevisible que un facilitador, cambiando reglas, cupos, retenciones y controles que desalientan la inversión productiva.
Y finalmente sin un acuerdo básico sobre desarrollo, la Argentina oscila entre modelos y pierde décadas discutiendo cómo hacer para producir en lugar de cómo producir mejor.
La Argentina no está estancada porque le falten recursos ni porque su gente no sepa producir. Está estancada porque nunca termina de decidir qué quiere ser. El sector productivo, que debería ser el eje del desarrollo y del empleo, vive sometido a reglas cambiantes, parches de corto plazo y desconfianza permanente. Así, el país repite un ciclo conocido: mucho potencial, pocos resultados. No es una tragedia inevitable ni un problema técnico; es una decisión política sostenida en el tiempo. Mientras la producción siga siendo una variable de ajuste y no una política de Estado, las oportunidades seguirán pasando de largo. Y lo más grave no será lo que falta, sino todo lo que se pudo haber hecho y no se hizo.
Fuente: CampoInfo

