Esas casualidades de la vida hicieron que una gestión municipal a cargo de un integrante de la misma familia lo llevara a remate y lo vendiera por $500 mil a alguien que pretendía hacer una torre de departamentos fuera de la planificación urbana, que podría haber afectado seriamente los servicios esenciales de gran parte de la zona céntrica. Pero en ese momento hubo un Concejo Deliberante que funcionaba como tal, y primó la coherencia, la responsabilidad y el sentido común.
La historia continuó con la compra del edificio por alrededor de $5 millones por parte del Municipio, anunciada como la gran recuperación para los pehuajenses. Y durante años se recibieron millonadas de pesos para terminar el gran elefante blanco con el discurso de la alegría de las familias y la oportunidad para “todos y todas”, que concluyó en aquel «la primera te la regalan, la segunda te la cobran» y nada barato por cierto.
Aún cuando la recomendación profesional fue demoler el edificio, allí se invirtieron fortunas en un lugar que hoy solo genera pérdidas, y recauda menos de la tercera parte de lo que cuesta mantenerlo abierto.
Ese es el lugar elegido para abrir el periodo de sesiones del HCD este lunes. Un monumento a la corrupción, a los negociados espurios, al manejo poco claro de los fondos de todos los pehuajenses. El lugar que reemplaza a la Sala Rafael Hernandez que el Intendente debe visitar cada año como un acto de institucionalidad; pasando de ser invitado a ser anfitrión de lo que seguramente será una fiesta armada a su medida, con sus invitados en lugares privilegiados y la libertad de decir lo que quiera, incluso insultarnos a todos como ya lo hizo en el acto de entrega de viviendas.
No sé a ustedes, pero a mí, hace rato que este Pehuajó no me enamora, y no por la ciudad porque es el lugar que amo, sino por la gente que cree haber firmado el boleto de compra-venta de este hermoso lugar, como lo hizo con el Cine.
Isabel
