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La gestión de lo privado se había convertido en algo demasiado distinto de la gestión de lo público. Y tanto se habían alejado, que hoy parecen empezar a dar la vuelta y volver a parecerse al menos en algunos sentidos.
El sector privado sabe que ni siquiera los costos —y mucho menos su mal manejo— pueden trasladarse automáticamente al precio final de lo que produce o vende. Antes de eso, el mercado debe validar ese valor. Si no lo hace, la empresa o el negocio está obligada a volverse más eficiente, comprar mejor, producir más o desplegar toda su capacidad para optimizar sus procesos. De lo contrario, nadie pagará eso que pretende cobrar.
En el Estado, durante años, pareció más sencillo: se tomó de rehén al contribuyente mediante diversos mecanismos extorsivos, para que sí o sí terminara financiando los desmanejos. El contribuyente pagaba, mes a mes, incluso los tributos más inverosímiles y no había escapatoria.
Sin embargo, los números a la baja de recaudación que hoy se conocen reflejan que algo está cambiando. Hay caídas considerables sobre todo en tasas que no devuelven lo prometido o que ni siquiera se entiende por qué se pagan. Los contribuyentes comienzan a comprender qué están abonando, qué deberían recibir a cambio, qué es un impuesto y qué es una tasa.
Y, antes de aumentar o inventar un tributo, los Estados empiezan a entender que ese monto también debe ser convalidado por el contribuyente. Si no hay una optimización en la prestación de sus servicios, la respuesta social es clara: muchos dejan de pagar por lo que consideran una estafa.
Claro que el Estado aún conserva herramientas que el sector privado no tiene. Hay tasas que, si no se abonan, implican sanciones inmediatas: nos cortan la luz o no nos renuevan el carnet de conducir. Mecanismos de presión tributaria que, a la luz de recientes presentaciones judiciales, podrían comenzar a perder vigencia. El cumplimiento de la ley —esa misma que muchos han intentado esquivar durante años— empieza a ser reclamado también desde abajo, desde quienes ya no aceptan ser el sostén infinito de un sistema ineficiente.
Fuente: CampoInfo

