Entre Pergamino y Mones Cazón: una búsqueda de identidad atravesada por el amor

Loading

Natalia nació en Pergamino en 1994, fue adoptada con apenas un mes y medio. Hoy busca a su padre biológico.

La historia de Natalia Zárate Latorre, una joven profesora de literatura nacida en Pergamino el 1 de octubre de 1994, es una historia que trasciende el tiempo y la distancia, que se sostiene en la esperanza, en la necesidad profunda de comprender el propio origen y, sobre todo, en el amor que construye los lazos más allá de los lazos de sangre.

Natalia fue adoptada cuando tenía apenas un mes y medio, a través del Juzgado de Trenque Lauquen. Desde muy pequeña vivió en Daireaux, en el seno de una familia amorosa que, lejos de ocultarle la verdad, la acompañó desde el principio con sinceridad y respeto por su identidad. “Desde que tengo uso de razón sé que soy adoptada. Siempre lo supe. Mis padres me criaron con la verdad, y cuando cumplí los 18 me dieron todos mis papeles. Me dijeron: ‘Cuando estés lista para buscar, nosotros te vamos a acompañar’”, cuenta Natalia con emoción.

Durante años, la búsqueda no fue una prioridad. Se requería tiempo, madurez, y una preparación emocional que Natalia decidió tomarse con responsabilidad. “No me sentía preparada. Lo hablé con psicólogos, lo trabajé mucho internamente. Yo sabía que en algún momento lo iba a hacer, pero no quería hacerlo desde la ansiedad ni desde el vacío. Lo hice cuando sentí que el corazón estaba listo”, relata.

A través de Facebook

El gran paso lo dio en 2023, cuando decidió iniciar la búsqueda de su madre biológica y posibles hermanos. Lo hizo a través del grupo de Facebook “¿Dónde estás?”, una comunidad nacional que funciona como red de contención, solidaridad y ayuda mutua para personas en proceso de reconstrucción de su identidad biológica. “Es un grupo muy empático, donde hay muchas historias parecidas a la mía. Ahí se pide permiso para publicar tu búsqueda. Tenés que contar tu historia, aportar datos, subir fotos… y esperar. Pero lo increíble es que la gente te ayuda. Comparte, busca, pregunta. Es una red hermosa”, explica.

La respuesta fue sorprendente. En apenas tres meses, Natalia logró establecer contacto con su madre biológica, con quien no tenía ninguna relación hasta entonces. “Yo publiqué en agosto y en noviembre me llamó. También me contactaron mis hermanos y mis tíos. En enero de 2024 viajé para conocerlos en persona. Fue un momento que no voy a olvidar nunca”, recuerda con una sonrisa.

El encuentro fue intenso, emotivo, reparador. “Fue hermoso para mí, y muy fuerte para ella. Mis tíos ni siquiera sabían que yo había nacido. Imaginate. Para ellos fue un shock. Pero todos me recibieron con mucho cariño, con los brazos abiertos”, relata Natalia. “Mi madre biológica estaba muy contenta. Me dijo que me agradecía mucho haberme criado con tanto amor, que estaba orgullosa de la familia que me había adoptado. Le agradeció especialmente a mi mamá adoptiva por haberme dado la posibilidad de buscarla. Fue un gesto muy lindo”.

La causa de su adopción

Su madre biológica, Fabiana Alejandra Acosta, es oriunda de Mones Cazón, un pequeño pueblo del interior bonaerense. Tenía apenas 17 años cuando nació Natalia y ya era madre de una nena de tres años. “Ella vivía en el pueblo, con muchas dificultades económicas y familiares. Me tuvo en Pergamino, donde estaba alojada en un instituto para madres jóvenes. Y ante la imposibilidad de criarme, decidió darme en adopción. Fue una decisión muy difícil, pero también un acto de amor”, reflexiona Natalia con madurez.

Gracias a ese reencuentro, Natalia también conoció a sus tres hermanos biológicos, con quienes hoy mantiene contacto. “Fue muy emocionante conocerlos. Ellos son parte de mi historia, y sentirme parte de ese grupo también fue sanador”, expresa.

Querer conocer a su padre

Pero su camino no termina ahí. La segunda parte de su búsqueda es más compleja y aún está abierta: conocer a su padre biológico. “Sobre él no tengo casi nada. Mi mamá me contó que lo conoció durante unas vacaciones en Mones Cazón, cuando ella tenía 16 años y había viajado desde Pergamino. Cree que él pudo haber sido un trabajador rural, alguien que estaba de paso por el pueblo. Pero no quiso darme más detalles. Es algo que ella decidió reservarse, y yo lo respeto”, explica.

Frente a esta falta de datos concretos, Natalia volvió a recurrir al grupo de Facebook donde ya había tenido éxito. Allí publicó una nueva búsqueda, con lo poco que sabe y la esperanza intacta. “Mi madre biológica es Fabiana Alejandra Acosta. Si estuviste con una chica joven en 1993 en Mones Cazón, o conocés a alguien que pudo haber estado en esa situación, cualquier dato me sirve. Mi padre debe tener hoy entre 45 y 50 años”, escribió.

Necesidad interna

Natalia no busca un reencuentro idealizado ni impone expectativas desmedidas. Su búsqueda es, ante todo, una necesidad interna. “Aunque él no quiera tener contacto conmigo, yo quiero conocerlo. Saber quién es, de dónde vengo. Saber si tengo hermanos. No busco obligar a nadie a nada. Pero necesito saber. Es parte de cerrar un círculo, de entender mi historia completa”, afirma.

Esa necesidad no implica un vacío. Todo lo contrario. Natalia vive agradecida con la familia que la crió. “Mis papás adoptivos me dieron amor, verdad y libertad. Siempre me hablaron bien de mi madre biológica. Siempre me dijeron: ‘Ella era muy jovencita y no pudo hacerse cargo’. Me lo dijeron con respeto, con empatía. Me criaron con amor y me apoyan en cada paso de esta búsqueda. Me acompañan a donde sea”, asegura.

A lo largo de la entrevista con LA OPINION, Natalia demuestra una entereza admirable. Su historia está contada sin dramatismos, pero con profundidad. Es una historia que habla de segundas oportunidades, de afectos que no se anulan entre sí, y de un camino de reconstrucción identitaria que no niega lo vivido, sino que lo abraza.

“Esta búsqueda es parte de mi historia, no es una ruptura con lo anterior. Es un complemento. No estoy buscando reemplazos, estoy buscando respuestas. Y las estoy buscando con amor, con respeto y con el acompañamiento de todos los que me quieren”, sintetiza.

Búsqueda continua

Hoy, su publicación sigue circulando por redes sociales, compartida por desconocidos solidarios que entienden que, a veces, un pequeño dato puede cambiar una vida. “Creo que va a llevar más tiempo, porque no tengo muchas pistas. Pero tengo fe. En algún momento se va a dar”, dice. Y esa esperanza no suena ingenua, sino profundamente humana.

La historia de Natalia es también la historia de muchas otras personas que, como ella, buscan su identidad con dignidad, sin rencor, con la convicción de que conocer el origen no borra los caminos recorridos, sino que los completa. Su voz se suma a tantas otras que, en tiempos de vínculos líquidos y desconexión, nos recuerdan el valor de saberse parte de una historia, de un relato compartido, aunque haya estado fragmentado por años.

“Estoy preparada para conocerlo”, repite Natalia. Y no hay frase más simple ni más poderosa que esa. Porque en esa preparación hay verdad, amor, y sobre todo, paz. La paz de alguien que se busca para encontrarse completa, con el corazón abierto y la historia viva.

Fuente: La opinión de Pergamino

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver Arriba